ENVÍO GRATUITO A PARTIR DE 80€

3-1.jpg

El otro día, hablando con una amiga, surgió la gran pregunta, ¿por qué fallamos? Si nos damos cuenta, estas tres palabras llevan implícitas una enorme trampa. Utilizar el verbo “fallar” nos deja automáticamente sin recursos para perdonarnos, para vernos con menos dureza, para tratarnos con el cuidado y el respeto que sin duda, generaríamos con cualquier otra persona que estuviera en nuestro lugar.

Vivimos en un entorno de exigencia, de búsqueda de perfección, que nos agota y nos resta la posibilidad de abrazar la vida. Rechazamos la dualidad y nos esforzamos por quedarnos en uno solo de los lados, cuando como en todo, el día y la noche, forman parte de lo mismo. No fallamos. Tropezamos. Crecemos. Caemos. Evolucionamos. Retrocedemos. Avanzamos. Hacerlo “mal” es parte del camino, y es gracias a ese momento en el que no hemos sido o hecho lo que pretendíamos, que nos damos cuenta de lo que SI deseamos incorporar a nuestro equipaje. La vida es un proceso. Como crecer. O formar una familia. O decidirte a emprender. Nos movemos en una constante dinámica formada por opuestos, en la que nada permanece y todo se transforma en algo diferente, la oscuridad da paso a la luz, la propia naturaleza se divide en estaciones, hay momentos de lluvia y otros en los que el sol no deja de brillar, las lágrimas son, en muchas ocasiones, de pura felicidad y la tristeza es un espacio en el que es necesario perderse para darle cabida y una vez aceptada, permitir que se marche hasta la siguiente vez.

Tomar una decisión que nos permita “salir” de lo habitado, como la de perder peso, es también un proceso en el que entrar preparadas para afrontar esas mareas. Las que nos muevan de lugar, las que nos lleven de la mano a nuestra mejor versión, las que nos muestren en los momentos en los que la ansiedad se impone y la voluntad pretende descansar, las que nos reflejen levantándonos para retomar de nuevo el paso, acelerar hasta alcanzar el ritmo adecuado y continuar.

Aceptar que “fallar” forma parte de “triunfar”, que el éxito y el fracaso son fragmentos de un mismo lugar, nos permite transitar este recorrido desde otra perspectiva mucho más amorosa, mucho más real, evitando preguntarnos lo que no nos impulsa, aprendiendo a respondernos que vamos y venimos, y siempre desde la actitud y perspectiva que nosotros elegimos, una vez más…